Por la tarde. Tirado junto a la bajante del edificio. Justo en el recodo, haciendo esquina a la Delegación de Hacienda. No parecía sucio, tan sólo estaba arrugado y encogido. Pasaba la gente a su lado sin percatarse de su presencia. Nadie miró hacia él. LLegó la noche y permanecía en el mismo lugar. Allí quedó. Al amanecer, la máquina barredera lo llevó.
Yo sigo en la ventana.
2 comentarios:
Poético has regresado !
Precioso !
Un abrazo
Un abrazo Aries.
Publicar un comentario