No nos atrevemos a muchas cosas porque son difíciles, pero son difíciles porque no nos atrevemos a hacerlas. (Séneca)

lunes, 31 de agosto de 2009

Cosas mías... (10)





Pero qué gran visión
la de los responsables de mi región
que con mucho tesón
y, sobre todo, con dinero de muchos presupuestos,
construyen un metrotren, metropolitano o metro
que aún no tiene vagones
que corran por el tunelón hecho.
Todavía no funciona
ni se sabe, a ciencia cierta, cuando lo hará
pero seguro que ese día
algún mandamás cotará la cinta
y exclamará todo ufano:
"El gran día ha llegado
para este pueblo industrioso, animoso y llano."
O algo parecido...

También tenemos en marcha
otras obras faraónicas,
entre ellas "El Muselón",
el gran puerto del Norte
que salvará a esta población
junto con las "AVES" (Madrid-Gijón, y Cantábrico)
si no quedan antes en extinción.
Vivan los presupuestos
y "la mamá" que los parió,
que tenemos euros para eso y mucho menos
y un equipo, por ahora, en primera división.
Quién auditará las cuentas al final
para que esto no se descontrole.
Quién nos echará una mano
cuando, apenas, estemos a flote.
¿Será el pueblo quien de el vº bº,
o como en tantas ocasiones,
seguiremos sordos, mudos y ciegos.


Pero sepan señores regidores
que hay asuntos que importan más
y de aquí hasta el funcionamiento de las obras,
como siga así la cosa...
les digo señores administradores
que se tienten bien la ropa,
pues aunque del pueblo muchos se han reído,
no todos, al contrario, muy poquitos,
han podido escapar de su castigo.
¡Cuánto dinero malgastado y de más perdido!
¡Qué orgullo mal entendido!
Nos creemos grandes gigantones
siendo pequeños encima de cajas de cartón subidos.




Y ahora, para más inri,
nos quieren salvar de la gripe a,
antes llamada porcina;
no sé yo, no estoy seguro,
pero mirado lo visto y vivido lo existido,
esto no ha hecho más que empezar,
pues si antes vino la gripe aviar
y después la cochina y ahora la a,
cuál vendrá después para poder otros medrar,
la b, la c, la de... o la aa.

miércoles, 26 de agosto de 2009




... un escribidor (3)

Sé que los ensueños oníricos, en la mayoría de los casos, son incongruentes y absurdos, pero me resulta enigmático soñar situaciones que recuerdo haberlas vivido ya, aunque con algún que otro matiz diferente.
Es el caso que me ha ocurrido hace unos días: Subía por las cuatro calles camino del Castillo, que así llaman en el pueblo de mis antepasados a un torreón medio derruido y situado en un altozano y, como era de noche -yo siempre he subido al mismo con luz diurna y como mucho ha anochecido antes de iniciar la bajada de regreso- pues no había un alma por la calle.



Después de dejar atrás el Casino y la Casa Consistorial, el caminar se hace cada vez más costoso a medida que vas sobrepasando las cuatro últimas casas del núcleo urbano hasta llegar a media ladera junto a las ruinas de la que fuera, otrora, la segunda parroquia del pueblo en sus buenos tiempos; llegó a tener más de 1.500 habitantes y ahora, apenas, sobrepasa los 400. Desde aquí la senda, rodeada de espliegos, tomillos y manzanillas, es bastante empinada hasta llegar a lo que, en su día, fue el foso del Castillo.


La noche, serena y con profunda negrura resaltaba y facilitaba la visión de las estrellas, siendo fácil ubicar las dos Osas, Mayor y Menor, con su Polar como guía. Contemplaba el cielo, cuando al otro lado del torreón y colgado del mismo se encontraba Óscar Pérez, el montañero que días atrás quedó atrapado en un lugar, prácticamente inaccesible, de la montaña Latok II en la cordillera del Karakorum. Curioso, nada que ver la pared de un torreón, aunque sea la única Torre del Homenaje en forma cilíndrica que existe en Castilla y León, con una montaña del Himalaya, pero allí estaba.
Su semblante era sereno, y creo que, al igual que yo en ese momento, se sentía pleno de paz y armonía con todo el universo. Además, por el mero hecho de ser montañero, tiene que ser buena persona, así me lo pareció él, y estar enamorado de todas las montañas, porque todas le gustan ya que cada una de ellas tiene su aquel. No dijimos palabra alguna, pero el cielo límpido con sus millares de lamparitas encendidas invitaba a pensar y pensar.
Un pensamiento se hizo dueño de mi mente; si desde el torreón todo me parecía miniaturizado y, al mismo tiempo, nuestras miserias humanas enormemente crecidas, cómo lo vería Óscar desde la pared de la montaña en que quedó...
...Acabo de oir por la radio que la expedición de rescate renuncia a llegar hasta el montañero por causa del mal tiempo y las fuertes tormentas. Sólo espero que el bienestar que sentimos en las ruinas del Castillo sea ahora permanente en su espíritu. Hasta luego Óscar, hasta otra...